La caridad hoy, en los antiguos tiempos y en el futuro

Redacción (Jueves, 25-07-2013, Gaudium Press) «Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas» (Sal 103, 24), exclama el Salmista, inundado de admiración al contemplar la inconmensurable variedad de criaturas que pueblan el universo.

En los esplendores de la aurora, atravesando las nubes, los rayos victoriosos del sol derraman su generosa claridad sobre la inmensidad de la tierra. La luz desciende por las montañas, alcanza laderas y valles, fecunda plantaciones, suscita el canto de las aves y despierta a los rebaños. Se diría que el astro rey tiene prisa en volver a derramar sus beneficios, y que la tierra, hasta entonces oscura, llena de añoranzas, exulta finalmente por ese reencuentro.

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A su vez, en el transcurso de las estaciones y de los tiempos, el mundo vegetal se apresura en distribuir sus incontables riquezas, y parece regocijarse en derrocharlas. Trigales dorados e innumerables plantaciones para el hombre, pastos copiosos para el ganado, frutos a raudales para los pájaros, abundancia para todos. La generosidad también se presenta como la regla de este universo vivo de raíces, hierbas y troncos que el suelo dadivoso se complace en sustentar y fortalecer.

¡Cuánta prodigalidad! La naturaleza se revela como inmensa sinfonía, en la que seres irracionales o inanimados, cumpliendo perennes designio del Creador, multiplican los favores y persisten en la donación generosa, o son beneficiados y reciben de otros lo necesario para su subsistencia. Podriamos obtener numerosas lecciones de tanta maravilla, pero, sin duda, hay una que llama la atención a unbuen observador: el orden de la Creación brilla ante nosotros como magnífico espejo de la CARIDAD.

¡Caridad! Virtud desconocida en el paganismo y sólo vislumbrada en el Antiguo Testamento, bajó a la tierra con el Verbo de Dios y se difundió en la humanidad como divino perfume del mismo Jesucristo. Por ella todos se armonizan: grandes y pequeños, poderosos y desvalidos. Movidos por la caridad, numerosos hombres y mujeres más dotados de fortuna se convirtieron, a lo largo de la Historia, en auténticos ángeles de protección y dedicación a los pobres y miserables. Por el impulso de la caridad, los corazones y los bolsillos se abrieron: se edificaron hospitales, fueron distribuidos alimentos, sufrimientos aliviados, lágrimas enjugadas y cuerpos helados calentados. ¡Qué bellos espectáculos protagonizó la caridad en las relaciones entre ricos y pobres!

¿Qué sería de los pobres si no hubiera ricos para consolarlos con su ayuda? Y si no existiesen los pobres, ¿cómo podrían los ricos practicar ese amor de misericordia, del que el Sagrado Corazón de Jesús es el horno ardiente?

¡Caridad! Regla perfecta de una sociedad verdaderamente conforme al Evangelio, en la cual los ricos, sin tener que renunciar a su riqueza, son hermanados en Cristo con los pobres; y éstos, aun no enriqueciéndose, ven en aquellos la mano dadivosa de Dios. En esa sociedad germinará y florecerá, hasta el fin de los tiempos, el ideal descrito por el Apóstol:

«La caridad es paciente, es benigna; la caridad no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecorosa ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; (…) Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad no pasa nunca» (1 Co 13, 4-8)

Evangelio sábado 09 Marzo 2013

Sábado de la tercera semana de Cuaresma

Libro de Oseas 6,1-6.

«Vengan, volvamos al Señor: él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas.
Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y viviremos en su presencia.
Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra».
¿Qué haré contigo, Efraím? ¿Qué haré contigo, Judá? Porque el amor de ustedes es como nube matinal, como el rocío que pronto se disipa.
Por eso los hice pedazos por medio de los profetas, los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz.
Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.

Salmo 51(50),3-4.18-19.20-21.

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

Trata bien a Sión, Señor, por tu bondad;
reconstruye los muros de Jerusalén,
Entonces aceptarás los sacrificios rituales – las oblaciones y los holocaustos – y se ofrecerán novillos en su altar.

Evangelio según San Lucas 18,9-14.

Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
«Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas’.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!’.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado».

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por :

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Manuscrito autobiográfico C, 36rº-vº

Por la confianza y el amor

    Esa es mi oración; pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una estrechamente con él, que sea él quien actúe y viva en mí. Siento que cuanto más el fuego del amor encenderá mi corazón, tanto más diré: “Atráeme”, cuanto más las almas se me acercarán (pobre desecho de hierro inútil si me alejara de la hoguera divina), las almas correrán más rápidamente atraídas por el olor de los perfumes de su Amado (Ct 1,4 LXX)…

Madre querida, quisiera ahora deciros qué es lo que entiendo cuando digo olor de los perfumes del Amado. Puesto que Jesús subió al cielo, no le puedo seguir más que siguiendo las huellas que él ha dejado, pero, ¡qué luminosas son estas huellas, cuan perfumadas están! No tengo que hacer otra cosa que poner mis ojos en el santo Evangelio, enseguida respiro los perfumes de la vida de Jesús y sé por donde debo correr. No es en el primer lugar, sino que me lanzo hacia el último; en lugar de adelantarme, como el fariseo, repito, llena de confianza, la humilde plegaria del publicano. Pero sobre todo imito la conducta de María Magdalena; su maravillosa, o mejor, su amorosa audacia, que hace las delicias del Corazón de Jesús, seduce al mío.

Sí, siento en mí que, aunque pesaran sobre mi conciencia todos los pecados que se pueden cometer, con el corazón roto por el arrepentimiento iría a refugiarme en los brazos de Jesús, porque se muy bien cuánto ama al hijo pródigo que regresa a él. No es porque el buen Dios, en su solícita misericordia, ha preservado a mi alma del pecado mortal que me levanto hacia él por la confianza y el amor.

 

Evangelio viernes 15 Febrero 2013

Viernes despúes de Ceniza

Libro de Isaías 58,1-9a.
¡Grita a voz en cuello, no te contengas, alza tu voz como una trompeta: denúnciale a mi pueblo su rebeldía y sus pecados a la casa de Jacob!
Ellos me consultan día tras día y quieren conocer mis caminos, como lo haría una nación que practica la justicia y no abandona el derecho de su Dios; reclaman de mí sentencias justas, les gusta estar cerca de Dios:
«¿Por qué ayunamos y tú no lo ves, nos afligimos y tú no lo reconoces?». Porque ustedes, el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre.
Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas.
¿Es este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso lo llamas ayuno y día aceptable al Señor?
Este es el ayuno que yo amo -oráculo del Señor-: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos;
compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.
Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor.
Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!».

Salmo 51(50),3-4.5-6a.18-19.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.
Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;

Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

Evangelio según San Mateo 9,14-15.
Entonces se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?».
Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por :

San Gregorio Magno (c 540-604), papa y doctor de la Iglesia
Homilía sobre los evangelios, n° 16

El ayuno que agrada a Dios

Comiendo la fruta del árbol prohibido, Adán transgredió los preceptos de vida (Gn 3,6). En cuanto a nosotros, reduciendo lo que comemos, en cuanto no es posible, nos levantaremos y recobraremos la alegría del Paraíso. Que nadie crea que esta abstinencia puede bastar. Por el profeta, Dios nos dice al respecto: «¿no sabéis cuál es el ayuno que me agrada? Comparte tu pan con el hambriento, alberga a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, no te desentiendas de los tuyos» (Is 58,5-7). Este es el ayuno que Dios aprueba: el que presenta sus manos llenas de limosnas, un corazón lleno de amor hacia los otros, un ayuno totalmente amasado por la bondad. Aquello de lo que te privas personalmente, dalo a otro. Así tu penitencia corporal contribuirá al mayor bienestar corporal de los que están necesitados.

Comprende por otra parte este reproche del Señor por boca del profeta: «¿cuándo ayunasteis ó gemisteis, era por amor a mi? Cuando comíais y bebíais ¿no comíais y bebíais en provecho propio? «(Za 7,5-6) esto es comer y beber para sí mismo, no compartir con los pobres, los alimentos destinados a alimentar el cuerpo; son dones hechos por el Creador a la comunidad de los hombres.

También es ayunar para sí mismo, el hecho de privarse por un tiempo, pero reservarse lo que se ha privado para consumirlo más tarde. «Santificad vuestro ayuno», dice el profeta (Jl 1,14)… ¡Qué cese la cólera; qué desaparezcan las disputas! La mortificación del cuerpo es vana, si el corazón no se impone una disciplina para refrenar sus deseos desordenados… El profeta dijo: «el día del ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores. Ayunáis para querellas y litigios y herís con furibundos puñetazos” (Is 58,3-4)… En efecto sólo si perdonamos, Dios no nos devolverá nuestra propia injusticia.

Evangelio miércoles 30 Enero 2013

Miércoles de la tercera semana del tiempo ordinario

Carta a los Hebreos 10,11-18.

Cada sacerdote se presenta diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el pecado.
Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios,
donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies.
Y así, mediante una sola oblación, él ha perfeccionado para siempre a los que santifica.
El Espíritu Santo atestigua todo esto, porque después de haber anunciado:
Esta es la Alianza que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Yo pondré mis leyes en su corazón y las grabaré en su conciencia,
y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades.
Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna oblación.

Salmo 110(109),1.2.3.4.

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Domina desde Sión, en medio de tus enemigos!».
«Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora».

El Señor lo ha jurado y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec».

Evangelio según San Marcos 4,1-20.

Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.
El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:
«¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.
Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron.
Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda;
pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.
Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto.
Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno».
Y decía: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!».
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas.
Y Jesús les decía: «A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola,
a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón».
Jesús les dijo: «¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?
El sembrador siembra la Palabra.
Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.
Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría;
pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.
Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra,
pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.
Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno».

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por :

San Bernardo de Claraval (1091-1153), cisterciense, abad, doctor de la Iglesia
Sermón en la Natividad de María “El Acueducto”, §13, 18

«El sembrador siembra la Palabra»

    En lo demás, hermanos, debemos procurar con el mayor cuidado que aquella Palabra que salió de la boca del Padre para nosotros por medio de la Virgen, no se vuelva vacía, sino que por mediación de Nuestra Señora devolvamos gracia por gracia. Mientras suspiramos por la presencia, fomentemos con toda nuestra atención su memoria, y así sean restituídas a su origen las corrientes de la gracia para que fluyan después más copiosamente…

Así, los que hacéis memoria del Señor, no guardeis silencio, no permanezcáis mudos, aunque, a la verdad, los que tienen presente al Señor no necesitan de exhortación, y aquellas palabras del profeta: alaba, Jerusalén, al Señor, alaba a tu Dios, Sión, más bien son de congratulación que de amonestación, pero porque los que caminan aún en la fe, necesitan de amonestación para que no callen y no respondan al Señor con el silencio, porque El hace oír su voz y habla palabras de paz para su pueblo y para sus santos y para todos aquellos que se vuelven a El de corazón(Sal. 84,9)… Por esto se dice en el salmo: Con el santo serás santo, y con el varón inocente, inocente, y oirá al que le oye y hablará al que le habla. De otra suerte le habrás dado silencio, si tú callas. Pero ¿si tú callas de qué? De la alabanza. No calléis, dice, y no le deis silencio hasta que establezca y ponga a Jerusalén y hasta que haga de ella la admiración de la tierra (Is 62, 6- 7). La alabanza de Jerusalén es gustosa y hermosa alabanza, a no ser que acaso juzguemos que los ciudadanos de Jerusalén se deleitan de las alabanzas mutuas y que se engañan recíprocamente con la vanidad.

Por eso aquello poco que deseas ofrecer, procura depositarlo en aquellas manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al Señor, sin sufrir de El repulsa.

El Papa, sol de la Iglesia

Redacción (Miércoles, 04-07-2012, Gaudium Press) En cierta ocasión, vi en el jardín de un palacio, un reloj de sol. Me pareció algo bien curioso. Me acerqué para analizarlo y comprobé que él marcaba la hora correcta: nueve y media. Entre los variados y utilísimos beneficios que nos proporciona la luz del astro rey, hay uno al cual muchos no dan la debida importancia, y, entretanto, es indispensable: el de indicar con exactitud la hora correcta para toda la humanidad.

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Estatua de San Pedro, Basílica del Vaticano

Hubo una época en que los hombres se guiaban durante el día por el sol y de noche por las estrellas. Si así no fuese, ¿cómo podrían saber si eran nueve horas de la mañana o tres de la tarde? Podemos imaginar las divergencias de opiniones que de ahí vendrían, pues cada cual querría adaptar el horario según sus propias conveniencias…
Así, para presidir el tiempo, Dios creó el curso solar, el cual sigue con puntualidad inmutable las leyes establecidas por el Supremo Artífice.

El sol, símbolo de la Virgen María

Este pensamiento nos lleva a consideraciones más elevadas: al ordenar el universo, el Creador lo hizo de forma jerarquizada, de tal modo que los seres inferiores simbolizan los superiores, tornando así más fácil a las criaturas racionales – ángeles y hombres – subir hasta Él.

Por eso, entre las alabanzas dirigidas a la Santísima Virgen en el Pequeño Oficio de la Inmaculada Concepción, canta la Iglesia: «Y la representó maravillosamente en todas sus obras». El sol es nombrado innúmeras veces en el Oficio de la Bienaventurada Virgen María como figura del nacimiento del Salvador o de la belleza de Nuestra Señora: «Nacerá como el sol el Salvador del mundo y descenderá al seno de la Virgen como la lluvia sobre la relva», «Oh Virgen prudentísima, ¿para dónde vas como la aurora extremamente rutilante? Hija de Sión, toda hermosa y suave sois, bella como la luna, elegida como el sol», «Vuestra maternidad, oh Virgen Madre de Dios, anunció la alegría a todo el universo: de Vos nació el Sol de Justicia, Cristo Dios nuestro», «Vuestras vestiduras son blancas como la nieve, y vuestro semblante fulgura como el sol».

El Papa, fundamento de la unidad

Pero, como regulador del tiempo, el sol simboliza el precioso legado dejado por Jesucristo antes de subir al Cielo, la realización de la promesa hecha a los Apóstoles – «Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20) -, que hace de la Iglesia un solo rebaño reunido en torno de un solo pastor: la autoridad suprema del Papa infalible.

Con efecto, ¿qué sería de la Esposa Mística de Cristo si ella no estuviese estructurada en torno a un único detentor de la verdad que, cuando se pronuncia ‘ex cathedra’ sobre asuntos de fe y moral, hace oír una palabra absolutamente inerrante? Hace mucho tiempo se habría ella desmoronado como casa construida sobre la arena, corroída por las disensiones y herejías, privada de sus propios fundamentos.

Si, pues, la Iglesia atraviesa triunfante e inquebrantable el curso de los siglos, es porque ella se encuentra establecida sobre el Apóstol Pedro como un edificio sobre sus pilares. ¡Y ay de quien no quiera someterse a su autoridad! Podríamos compararlo a un pobre loco que, viendo el sol brillar al mediodía, insistiese en afirmar que es medianoche. En nada el resplandor del sol se vería disminuido…

Cristo instituyó la Iglesia como sociedad visible

Al dejar este mundo y subir a los Cielos, Cristo Jesús encerró de forma gloriosa su permanencia física entre los hombres, para sentarse a la derecha del Padre en la eternidad. A partir de ahora haría sentir su presencia a través del poder sobrenatural e invisible de la gracia. Sin embargo, así como el hombre es un compuesto de cuerpo y alma, en el cual espíritu y materia se armonizan y se completan, se hacía necesario que la Iglesia por Él fundada no solo viviese del soplo del Espíritu Santo, sino estuviese sólidamente constituida como sociedad visible y jurídica, en la persona de los Apóstoles y sus sucesores.

Para el ejercicio de tan alta misión, el Redentor, con didáctica divina, preparó sus discípulos a lo largo de tres años de convivencia, durante los cuales los hizo progresar en el conocimiento y en el amor de las verdades eternas, separándolos de las influencias mundanas. El punto culminante de esa ruptura con el mundo parece haberse dado en el momento en que Jesús, después de preguntarles cuáles son las opiniones de los judíos respecto al Hijo del Hombre, inquirió: «¿Y vosotros, quién dices que Yo soy? (Mt 16, 15). Ciertamente se creó un suspenso, todos se miraron vacilantes. Entonces el fogoso Simón, cediendo a la inspiración de la gracia en el fondo de su alma, se lanzó a los pies del Maestro, exclamando: «¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!» (Mt 16, 16).

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«Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20)

 

Pedro es el pilar de la Iglesia

Desde toda la eternidad el Verbo de Dios conocía aquella escena. Como Hombre, sin embargo, ardía en deseos de constatarla con sus ojos carnales, y se puede decir que, desde el primer instante de su concepción, su Sagrado Corazón pulsaba con santa prisa de escuchar aquellas palabras que determinarían el nacimiento de la más bella institución de la Historia. Posiblemente haya experimentado una divina emoción al responder al Apóstol: «Feliz eres, Simón, hijo de Jonás, porque no fue la carne ni la sangre que te reveló esto, sino mi Padre que está en los Cielos. Y Yo te declaro: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los Cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los Cielos» (Mt 16, 17-19).

Con esta solemne promesa el Salvador acababa de anunciar el fundamento de su Iglesia: la persona de Pedro. Él lo revestiría del mismo poder con el cual el Padre lo enviara. «Fue a Pedro que el Señor dijo: a uno solo, a fin de fundar la unidad en uno solo». 1

El Primado de Pedro: de Jerusalén a Roma

Después de la Ascensión del Señor y el descenso del Espíritu Santo, los Apóstoles iniciaron su predicación en la ciudad de Jerusalén. La autoridad de Pedro sobre ellos fue reconocida desde el comienzo, y el Cenáculo pasó a ser la cuna de la Iglesia. Los primeros años del ministerio de Pedro fueron particularmente arduos: leemos en los Hechos la descripción, palpitante como un libro de aventuras, de los sucesos y reveses apostólicos por los cuales pasaron el primer Papa y la naciente comunidad cristiana. Dejando la sede episcopal de Jerusalén bajo el encargo de Santiago el Menor, Pedro se trasladó a Antioquia; en seguida, guiado por los designios de Dios, se instaló definitivamente en Roma.

La Providencia, que todo dispone con sabiduría, le preparaba los caminos e iría servirse de los restos del Imperio decadente como de una plataforma, para sobre ella construir la Civilización Cristiana.

Por la Hermana Clara Isabel Morazzani, EP.

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1 San Paciano, Obispo de Barcelona, 3ª carta a Sempronio, n. 11.

El Papa anunció que el 8º Encuentro Mundial de las Familias de 2015, ocurrirá en Filadelfia, Estados Unidos

Milán (Lunes, 04-06-2012, Gaudium Press) La ciudad metropolitana de Filadelfia, en Estados Unidos, será la sede del próximo Encuentro Mundial de las Familias en 2015. Quien dio el anuncio fue el Santo Padre en el Ángelus, al concluir la Misa celebrada en el aeropuerto de Bresso en las proximidades de Milán. Esta será la primera vez que el Encuentro Mundial de las Familias suceda en América del Norte.

 

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Esta será la primera vez que el Encuentro Mundial de las Familias suceda en América del Norte

«Con alegría, os anuncio que el próximo Encuentro Mundial será en 2015 en la ciudad americana de Filadelfia», repitió el Papa en siete lenguas, entre las cuales, como siempre, portugués y español. Después del primer anuncio en lengua italiana, Mons. Charles Chaput, Arzobispo de Filadelfia, agradeció personalmente al Santo Padre por la elección.
También en el Ángelus, durante su saludo en español, Benedicto XVI habló sobre el tema de la familia. «Que la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, haga crecer en todos interiormente en la sabiduría del amor y de la entrega, de modo que siguiendo el ejemplo de la Virgen María, modelo perfecto de hija, madre y esposa, los hogares sean cada vez más templos de Dios y verdaderas Iglesias domésticas por la copiosidad de sus virtudes y la belleza de la mutua unión y la constante fidelidad».
«A todas, recordando la mirada de la Trinidad divina, que, desde la aurora de la creación, se posó sobre la obra hecha y con ella se alegró: « ¡Era muy buena! » ¡Queridas familias, sois el trabajo y la fiesta de Dios! Reservando el domingo para Dios, haced fiesta con Dios y reposad, juntos, en la Fuente donde brota la vida para construir el presente y el futuro. ¡Las fuerzas divinas son mucho más poderosas que vuestras dificultades!», dijo el Santo Padre en su saludo en portugués.
La elección de Filadelfia fue hecha por motivos geográficos, según informó el Padre Lombardi durante la conferencia de prensa que se realizó tras la Misa con el Santo Padre en el centro para la prensa en la Fieramilanocity.